Después de los gravísimos incendios sucedidos en la provincia de Córdoba, surgió un debate sobre la vegetación serrana, ya que muchas de las hectáreas arrasadas por estos incendios fueron las plantaciones de pinos, plantas no autóctonas que se utilizan como fuente económica para los sectores.

Una de las consecuencias al plantar esta vegetación no autóctona y el reemplazo de los pastizales naturales, es una modificación en los ambientes circundantes, desde los nicho ecológico hasta la reserva hídrica, ya que las áreas montañosas juegan un papel clave como proveedoras de agua líquida. Investigaciones han demostrado que por los cambios de vegetación, “aquellos que involucran transiciones de sistemas herbáceos a leñosos, suelen tener las improntas hídricas más significativas. Se han reportado en muchos sistemas dominados por pastizales que fueron forestados cambios en las condiciones químicas del agua, siendo la acidificación y aumento de la solubilidad de iones tóxicos como el aluminio uno de ellos”.

De esto surge la importancia de la labor que realiza Daniel Renison desde hace 16 años en las sierras cordobesas, en pocas palabras esta forestando las Sierras Grandes con árboles nativos. Daniel Renison es Dr. en Ciencias Biológicas, profesor cátedra de Ecología de la carrera de Ciencias Biológicas, FCEFyN, UNC. y trabaja en el Instituto de Investigaciones Biológicas y Tecnológicas del CONICET y en el Centro de Ecología y Recursos Naturales Renovables de FCEFyN, UNC. Es Especialista en reforestación con especies nativas en las Sierras Grandes de Córdoba. Junto con ayudantes que se suman al proyecto, con la “hipótesis: un terreno reforestado mejora el rendimiento hídrico” poco a poco van logrando grandes cambios en las serranías. Su proyecto se centra en la realidad actual de las sierras, “sin bosque no hay suelo y sin estos no hay agua.

Los bosques nativos son la mejor manera de conservar esos suelos”. No es solo la plantación, el proyecto involucra un seguimiento de hasta 10 años sobre el cauce de los arroyos, y su comportamiento con la nueva vegetación. Hasta ahora, el resultado es positivo. Hay varias áreas de reforestación, una de 45 hectáreas en Los Gigantes y en el “Valle de los Refugios”, donde se reforesta con tabaquillos (especie nativa de la familia de las rosas, que crece a razón de 2 a 40 centímetros por año), y maitenes, para evitar la formación de cárcavas. Cada vez que se planta una especie autóctona, previamente se estudia cuál es terreno donde crecen mejor, y luego se la resguarda de animales como el ganado con jaulitas de alambre. “Cuando empecé a estudiar, supe que la reforestación tiene un costo-beneficio. Por un lado puede proveer agua pero por otro lado la absorbe. Cuando supe que especies como el pino reducen de un 20 a un 30% el rendimiento hídrico de una región, comparado con una especie nativa, me quise morir. Porque yo había ayudado a plantar esos árboles, cerca del refugio del Club Andino Carlos Paz. Fuimos y los cortamos. Aunque hubo gente que se enojó, era algo que teníamos que hacer”, comentó en una entrevista Daniel.

“El proyecto de conservación surgió para evitar que se propague la erosión del suelo, el objetivo es recuperar parte del capital perdido como consecuencia de la deforestación y el sobrepastoreo. Los bosques nativos son grandes protectores de los suelos que retiene el agua y podrían llegar a mejorar el rendimiento hídrico de una región”.

Fuente Científica: Rendimiento hídrico en cuencas primarias bajo pastizales y plantaciones de pino de las sierras de Córdoba (Argentina). Esteban G. Jobbágy, Ana M. Acosta1 y Marcelo D. Nosetto.

Contacto: daniel.renison@aventurarse.com

Publicación: La Ribera. Río Cuarto. Octubre 2013

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